El agua en Latinoamérica

Aunque una gota de agua simboliza el nacimiento de la vida, el reloj del tiempo ha demostrado que detrás del vital líquido, se esconde una triste historia sobre la contaminación del agua en los pueblos de nuestra América.

Las civilizaciones antiguas respetaban los espacios marítimos por considerarlos templos sagrados de meditación, descanso y reflexión. La sociedad moderna corrompe estos entornos arrojando envoltorios de golosinas en las playas, lanzando botellas plásticas en los lagos y tirando cajas de cartón en los ríos. A nadie le importa si en esa ancestral laguna los indígenas veneraban a sus deidades o si en ese místico río desemboca el lago más grande de América. Es sabido que muchas familias humildes de nuestro continente no disponen del servicio de agua potable. Hay zonas rurales que pasan días, meses y hasta años sin el suministro regularizado del líquido, agudizando la crisis ambiental global. En paralelo, se malgasta el agua cuando, en realidad deberíamos cuidarla y compartirla con quienes no la poseen.

Es insólito que los pueblos de América Latina, abastecidos de riquezas naturales en sus geografías, tengan que lidiar con la falta de esta sustancia.

Tres tristes ejemplos

Un ejemplo de un río gravemente contaminado es el caso de la cuenca del río Matanza-Riachuelo en Argentina, que fue ubicada dentro de los diez lugares más contaminados del Mundo debido a un inflamable cóctel de cinc, plomo, cobre, níquel y cromo que viene afectando sus riberas. El irreparable daño ambiental es auspiciado por las plantas químicas que operan cerca del río bonaerense junto a las más de mil empresas que lanzan toneladas de desechos industriales en sus aguas, las cuales nunca son multadas por los gobiernos. La descontrolada situación aflige la calidad de vida de una gran cantidad de lugareños.

Otro ejemplo es el Lago de Maracaibo ubicado en Venezuela, considerado el más extenso de Sudamérica debido a sus más de 13 mil kilómetros cuadrados. En sus inmensas aguas se encuentran desde residuos de petróleo, desechos industriales con elevadísimos niveles de toxicidad y basura doméstica que se acumula en sus costas. Su intensa actividad pesquera ahogó al cangrejo azul. Todos lo ven contaminado por afuera, pero nadie lo piensa descontaminado por adentro.

La misma situación enfrenta el Lago Titicaca, que es el lago navegable más alto del mundo, compartido por Perú y Bolivia. Aunque es considerado el “Lago sagrado de los Incas”, la gloria de sus aguas es silenciada por su extrema contaminación. En su bahía se puede encontrar arsénico, plomo y mercurio.

Otros espacios con grandes niveles de contaminación son Lago Yojoa (Honduras), el Lago Junín (Perú), el Río Usumancita (Guatemala/México), el Lago Rapel (Chile), el Lago Ypacaraí (Paraguay), el Lago de Valencia (Venezuela), el Río Quibú (Cuba), el Río Babahoyo (Ecuador), el Lago de Atitlán (Guatemala), la Isla San José (Panamá), el Lago de Chapala (México), el Lago Poopó (Bolivia), el Río Acelhuate (El Salvador) y el Lago Chungará (Chile), entre muchísimos otros lugares del continente.

Tal falta de respeto por estos espacios vitales viene acelerando el deterioro del planeta y permitiendo que especies de fauna autóctonas se encuentren al borde de la extinción.