La necesidad apremiante de hacer frente a la demanda de agua dulce en América Latina se complica debido a que los recursos se deterioran a una velocidad cada vez mayor.
América Latina y el Caribe es un continente básicamente húmedo y posee grandes recursos de agua dulce en lagos y ríos. Las precipitaciones promedio son 60 % mayores que en el resto del mundo. Sin embargo, 25 % de los territorios sudamericanos son áridos o semiáridos, 20 % de sus habitantes no tienen acceso a agua potable y 30 % carecen de sistemas apropiados de saneamiento.
El escurrimiento superficial es 30 % ciento del total mundial. Sólo el 3 % del agua que escurre es utilizada de alguna manera, y el 8 % de los escurrimientos con potencial hidroeléctrico es aprovechado. De las tierras cultivadas, solo 7 % tiene riego, mientras que se podría regar 25 % de las mismas tierras con los recursos conocidos. Existen importantes recursos hídricos subterráneos en el continente, pero su cantidad y localización, en gran parte, se desconocen.
La tierra contiene, aproximadamente, 1,4 millones de kilómetros cúbicos de agua, pero alrededor del 97,4 % restante están encerrados en casquetes polares y glaciares. El agua dulce disponible se reduce al 0,001 por ciento del total.
En América Latina aumentó el consumo de agua entre 1990 y 2000 en un 45 %, de 150 a 216 kilómetros cúbicos por año. La necesidad apremiante de hacer frente a la demanda de agua dulce en la región se complicará aún más si, como indican las tendencias actuales, se deja que la base de recursos se deteriore a una velocidad cada vez mayor.
Las ciudades latinoamericanas agotan los acuíferos que tomó siglos llenar. El agua salada contamina al agua subterránea a kilómetros del mar. En México las capas de agua descienden un metro al año. En unas pocas décadas, al tratar de conseguir una quinta parte más de agua para 3 mil millones más de personas, una de cada tres personas puede tener problemas para beber o bañarse.
Algunos ven en nuestra escasez un presagio de problemas venideros.