El ser humano es un ser social que vive en comunidad. Vivíamos, como el resto de las especies, en la naturaleza, en los bosques, pero poco a poco fuimos diseñando nuestro propio proyecto al margen de ella construyendo pequeñas aldeas y de ahí a las poblaciones y a las grandes urbes. Hoy, gran parte de la población mundial vive en superpobladas ciudades habiéndose perdido el contacto con la que siempre fue nuestra casa.
En este tránsito del vivir en entornos naturales al vivir en las urbes, el humano fue ganando y perdiendo. Si hablamos de ganancia podríamos decir, por ejemplo, que fue ganando en comodidad y materialidad. Sin embargo, perdió el contacto con la naturaleza.
Conectar no es solo vivir con la naturaleza sino vivirla, a partir de aquellos momentos en que nos situamos en el presente, escuchando el lenguaje del pájaro, prestando atención al rugido del río, atendiendo el mensaje del viento o deleitándonos con el vuelo de la mariposa.
Pasamos de vivir en aldeas a vivir en urbes, con lo cual perdimos el contacto con la naturaleza, con lo que somos. Conectémonos con el aquí y ahora, con el presente, en los momentos en que podamos hacerlo. Percibamos la presencia del bosque, del árbol o de la planta, el vuelo del ave o el brillo de los rayos del sol sobre las nubes. Dirijamos toda nuestra atención al sonido del viento o al rugir del trueno, sintamos la lluvia bañar la tierra o simplemente disfrutemos con la presencia de los seres vivos que nos rodean y admiremos la belleza que nos rodea, en este preciso momento.