Para ser un conductor defensivo se deben conjugar aptitud y actitud.
Las aptitudes son aquellos comportamientos que demuestra el conductor por su habilidad, precisión en las maniobras y rápidos reflejos. Las actitudes se relacionan con el modo en que la persona decide identificarse con la seguridad o con el riesgo permanente.
Hay conductores que, a pesar de tener aptitudes privilegiadas y una gran habilidad en el manejo, por el exceso de confianza subestiman el peligro y se convierten en automovilistas riesgosos.
La técnica del manejo defensivo se resume en tres puntos fundamentales:
– Explorar los potenciales peligros que le puede ofrecer el tránsito en los próximos instantes y no dejarse sorprender por situaciones que eran previsibles.
– Planear cuál sería la maniobra evasiva (frenar, cambiar de carril, etc.) en el caso de que el peligro percibido se concrete.
– Actuar correctamente y a tiempo.
Si cada conductor actúa razonablemente, el tránsito será más ordenado, existirá menos impaciencia y agresión en las calles y, en consecuencia, menos víctimas en accidentes de tránsito.