Su presencia provoca infecciones, enfermedades, contaminación ambiental, además del costo que ocasiona su recolección y almacenamiento.
Una ciudad es un lugar edificado por el hombre para su comodidad y tiene sus ventajas, aunque la naturaleza esté, en buena medida, ausente. Sólo los parques, las orillas de los ríos, las mascotas y, a veces, los roedores, insectos, y arácnidos nos recuerdan su existencia.
El concepto de ambiente, hoy, debería importarle a cada uno, viviendo en la ciudad, buscando el equilibrio entre los subsistemas que lo componen.
Por ejemplo, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entierra, a diario, más de 6 mil toneladas de basura en rellenos sanitarios, ubicados en el conurbano bonaerense. De ellas, sólo el 30 % se trata correctamente. El resto se distribuye entre uno de los cien basurales clandestinos a cielo abierto que se convierten en fuente de contaminación ambiental de aguas y napas, receptores de desechos peligrosos donde pululan los roedores con el peligro de enfermedades como la peste bubónica.
¿Qué acciones concretas podemos llevar a cabo?
– Usar el residuo del té, mate o café como abono de las plantas en el hogar o los residuos del café para producir hongos comestibles o transformar los cardos, allí donde crecen como maleza, en productos químicos para diferentes usos.
– Las localidades deberían aprovechar los recursos que tienen disponibles para sumarlos y transformarlos en bienes útiles, sin dañar el ambiente.
– Las personas deben saber que muchas cosas que tiran pueden ser útiles para otros.
– Si un vecino quema la basura, hablar con él y explicarle que, al hacerlo, se perjudica y nos perjudica y, sobre todas las cosas, poniéndose al servicio de resolver los problemas, en vez de sumarse a la gente que critica, sin hacer nada al respecto.