Las fuentes, los manantiales y las cuencas están en acelerada vía de extinción. Hay cambios de clima y de suelo, inundaciones, sequías y desertización. La acción humana ejerce una deforestación desmesurada, ignora los conocimientos tradicionales y retira el agua de los ríos de diferentes maneras, entre otras, con obras de ingeniería, represas y desvíos.
Sólo el 0,5 % del agua en la tierra es dulce o potable. La acción humana, más que usar el agua, la desperdicia y contamina amenazando, incluso, las aguas subterráneas que son una de las fuentes de agua dulce más importantes. Se ha estimado que un ser humano necesita, en promedio, 50 litros por día para beber, cocinar, lavar y cultivar, pero el derecho básico al agua empieza a llegar gota a gota a millones de personas. Este sonido de emergencia empezó a ser considerado internacionalmente como una constatación de su escasez vertiginosa en todo el planeta, surgida no sólo del crecimiento poblacional, sino de la estremecedora negligencia humana, con todas sus consecuencias relacionadas.
Cifras más que alarmantes
1100 millones de personas carecen de agua hoy y, 2400 millones, de instalaciones sanitarias. 31 países carecen totalmente del acceso a fuentes de agua limpia. De cada cuatro personas, una no accede al agua pura. Cada ocho segundos muere un niño y más de cinco millones de persona por año al beber aguas contaminadas.
Partiendo de que sin agua no hay futuro, su requerimiento es una acción universal combinada, individual, grupal, social e institucional en todos los órdenes para su protección y el fortalecimiento de fuentes, cuencas y manantiales, participando en su cuidado. Es el único modo de construir futuro, entre todos, para el planeta.