¿Qué pasaría si los océanos murieran?

Los ciclos de la vida y del agua son inseparables. Si queremos salvar a la humanidad, nuestro deber es salvar a los océanos.

Si los océanos de nuestra tierra murieran sería la más definitiva de las catástrofes en la historia del hombre y de los animales que, con él, comparten este planeta.

Desprovisto de vida, el océano empezaría a podrirse. El hedor procedente de las materias orgánicas en descomposición sería tan insoportable que bastaría para alejar al hombre de todas las regiones costeras. Los gases tóxicos contenidos en la atmósfera comenzarían a aumentar, inexorablemente.

Los casquetes polares se fundirían en ambos polos mientras que el nivel de los océanos subiría. En pocos años, todas las ciudades costeras se inundarían. Para evitar ahogarse, una tercera parte de la humanidad se vería obligada a refugiarse en colinas y montañas, incapaces de proveerse para su subsistencia. Entre otros efectos de la muerte de los océanos, la superficie de las aguas se cubriría de una espesa costra de residuos orgánicos que influiría en la evaporación, reduciría las precipitaciones y provocaría una sequía general y, por fin, el hambre.

Hacinados en las alturas, los supervivientes empezarían a sufrir la falta de oxigeno debido a la separación de las algas del plancton y a la reducción de la vegetación terrestre. Confinados en la estrecha franja de la tierra que separaría a los mares muertos de las pendientes montañosas estériles, la especie humana experimentaría una intolerable agonía.

Hoy experimentamos la fragilidad de los equilibrios marinos. A medida que se arrojan en el mar cantidades sin cesar de crecientes tóxicos y residuos sólidos y líquidos, la situación empeora. ¿Pueden los océanos con estas cargas contaminantes?

Dadas su propiedades dinámicas, físicas, y químicas, el agua del océano es capaz de tratar solo algunas de las sustancias toxicas o contaminantes que se introducen en su seno. El mar se comporta como un organismo vivo que elimina residuos y lucha contra la infección, los parásitos, virus y bacterias, pero su capacidad de defensa es limitada y, en algunos casos, ya está agotada.

El peligro que nos acecha está causado por el hombre y solamente las medidas que adopte podrán remediarlo. Evitemos un irreversible atentado contra la vida y la salud.