Diariamente utilizamos una gran variedad de productos que, luego de un tiempo, se convierten en residuos (algunos biodegradables o reciclables y, otros, muy peligrosos y contaminantes). El 50% de lo que desechamos suele ser orgánico y sabiendo cómo tratarlo se puede aprovechar.
La problemática de la basura es más profunda en los centros urbanos, donde la cantidad de desechos generados suele ser mayor a un 1 kilogramo diario por habitante, lo que implica miles de toneladas de basura anuales. A su vez, de este kilogramo, el 50 % suele ser desecho orgánico, el 17 %, papel y cartón, 14 %, plástico, 12 %, metales, 5 %, vidrio y un restante 2 % comprende elementos peligrosos como baterías o solventes.
Indudablemente, cada tipo de residuo amerita un destino particular con un tratamiento específico y es por esta razón que la separación de la basura en origen es fundamental.
El compostado es una solución donde la materia biodegradable es descompuesta por la acción de bacterias y hongos mediante un proceso natural de fermentación, para dar como resultado un abono orgánico de calidad llamado compost.
Son siempre aprovechables restos de verduras, frutas, cáscaras de huevo, hojas secas, ramas, pasto, pelo, ceniza vegetal, tejidos naturales, papel y cartón, siempre que no contengan tintas tóxicas. Se recomienda evitar restos de origen animal (contienen patógenos que podrían contaminar posteriormente el compost), carnes y lácteos, ya que tienden a producir malos olores y atraer animales e insectos indeseados. Por otra parte, no se deben añadir revistas, cenizas de carbón mineral, tejidos sintéticos, y todo aquello que sea tóxico o no biodegradable.