Agua contaminada, un verdadero problema

La contaminación del agua es uno de los factores más importantes que rompen la armonía entre el hombre y su medio, no solo de forma inmediata sino, también, a mediano y largo plazo.

Del total de agua existente en el planeta, únicamente el 3 % es agua dulce. Pero de este porcentaje, el 79 % es hielo (por lo que no está disponible para su uso) y el resto se encuentra como agua líquida -en forma de aguas subterráneas (el 20 %) y, únicamente el 1 % restante, como aguas superficiales-. Estos recursos no son inagotables y es necesario tener en cuenta que la capacidad de aprovechamiento de este escaso porcentaje disponible se ve disminuida debido a los incesantes cambios en nuestra civilización que conducen, inexorablemente, a su deterioro y escasez.

El agua dulce es el recurso renovable más importante, pero la humanidad está utilizándolo y contaminándolo más rápidamente de lo necesita para reponerse. Las aglomeraciones en las grandes ciudades, la mejora en la calidad de vida, el rápido desarrollo industrial, el incremento del turismo y la agricultura, las actividades de ocio, entre otras acciones, hacen que el escaso porcentaje de agua se vaya reduciendo de forma natural y que su composición se vea notablemente alterada. Para agravar el problema, el ciclo hidrológico es cada vez menos previsible ya que el cambio climático altera los patrones de temperatura establecidos en todo el mundo.

De todo esto se deriva la gran importancia de un aprovechamiento integral de las aguas dulces disponibles y la preservación de su calidad, en condiciones óptimas, para su utilización.

La contaminación del agua es la acción y el efecto de introducir materias o formas de energía, o inducir condiciones en el agua que, de modo directo o indirecto, impliquen una alteración perjudicial de su calidad en relación con los usos posteriores o con su función ecológica.

Esta contaminación de las aguas superficiales y subterráneas (ríos, lagos, embalses, acuíferos y mar) es producto de las actividades del hombre, que agrega al agua sustancias ajenas a su composición, modificando la calidad de la misma.